Si estáis a la caza de un fotógrafo de bodas en Madrid, o en cualquier otro lugar _donde sea_ , creo que puedo echaros una mano.
Mi trabajo está directamente influenciado por los más de 10 años que llevo ejerciendo como periodista gráfico.
En los periódicos, la televisión, o los magazines, solemos tratar temas muy diversos y de ahí que nos adaptemos a todo tipo de situaciones.
Acoplarse a las circunstancias, es un imperativo, cuando se trata de vuestro gran día, ese en el que tantas ilusiones, empeño y dinero habéis puesto.
Los fotógrafos de boda, tenemos un papel nada desdeñable porque, además de captar momentos irrepetibles en vuestras vidas, debemos ser discretos, e intentar no añadir más tensión a la ya existente.
Importa lo que importa: que ese día estéis tranquilos y a gusto, para así disfrutar a tope con vuestros seres queridos en una fecha tan entrañable, tan señalada.
Mi forma de trabajar es esta: empiezo con el maquillaje de la novia y los gestos más simpáticos a la hora de vestirse, tanto el novio como la novia, intentando ser lo menos invasivo posible.
A los fotógrafos nos gustan esos momentos de intimidad, porque nos permiten captar alegres y ocurrentes instantáneas, con familiares y amigos que siempre están junto a vosotros, ayudándoos.
Después nos trasladamos al lugar de la ceremonia, ya sea en un templo, o en otro lugar, con un maestro de ceremonias, porque siempre se pueden pillar buenas fotos del novio esperando a la novia, con sus nervios a flor de piel. También nos gusta fijarnos en los invitados, conversando entre ellos, en silencio o expectantes.
La llegada de la novia es el momento estrella del día, donde todos los ojos miran en la misma dirección. Esos instantes, únicos e irrepetibles, nos dan mucho juego y permiten rescatar para siempre emociones y sentimientos.
Desde el principio de la ceremonia, cuando ya están los novios juntos, pasando por el “si quiero”, hasta que se tiran el arroz, no despego mis ojos del visor de mi cámara. Las imágenes hablarán luego, por si solas, pero no se hacen solas.
No quiero perderme nada de lo que sucede a mi alrededor: desde ese encuentro emotivo y tan personal con familiares e invitados, hasta los “posados robados”, que siempre los hay.